Encuentro de cierre de un Taller de Estrategias de Autocuidado para
empleados de una institución de salud. Recorremos lo andado.
Ponemos en
movimiento la memoria (recapitulación del proceso-movimiento): de qué hablamos? Qué ejercicio de relajación
hicimos? Hubo visualización?.
Aparece la resistencia a escribir sobre lo recorrido, a dejar
en papel lo que registro de mi mismo. Autoconocimiento de las
propias incomodidades, reconocerlas, trascenderlas, como dicen: salir de la
zona de confort…salgo?
Después de las primeras quejas “no me acuerdo de nada”, “uh! Qué hicimos?”...”yo al otro encuentro no
vine” “hay que escribir”?… aparece el recuerdo hilvanado en la experiencia
compartida.
Alguien se quedó pensando en lo que dijo su compañera de
trabajo; otro dice que se fue con una sensación incómoda a partir de las
interrupciones que tuvimos (personal de maestranza entró al aula sin pedir
permiso para arreglar la iluminación ¿?; después casi terminando el taller anterior nos
golpearon la puerta que debíamos dejar el aula… las intensidades
institucionales de cada día).
Alguien recuerda que se fue pensando en la burbuja violeta
de protección, otra dice que puso en acción una de las herramientas que
trabajamos: no responder impulsivamente
a las demandas de los otros.
Otro se acuerda que hablamos de las excusas que nos ponemos
para no cambiar.
Alguien dice que pudo poner en práctica una acción de
autocuidado, otra no le salió pero que en esta última situación pudo registrar
las consecuencias de lo sucedido, cosa que otras veces no lo había hecho.
Se va armando la trama. Vamos caldeando, pre calentando,
elongando.
El grupo va transcurriendo por diversos temas que se proponen
y las resonancias; hasta que alguien trae “la real realidad”: alguien dice que está
trabajando en situación de precarización laboral y este mes no cobrará.
Silencio. Un silencio resonador de querer hacer sin saber
bien qué.
Que este mes no
cobrará, que le darán un adelanto. Que con eso, tiene que vivir ella y su familia…que
hay otros en su situación y se han reunido para hacer más visible la situación.
Habla desde una fortaleza extraña...dice que antes se enfermaba pero que
ahora está haciendo y buscando formas para sentirse mejor que por eso se anotó
en el taller, pero que venía desde antes con esa idea.
Del silencio grupal, van surgiendo balbuceos, emoción, pensarse
en el lugar del otro…
La fortaleza disociada va dando paso a un pedido de ayuda
subliminal. Otros le sugieren alternativas hasta que empiezan a involucrarse en
acciones posibles de llevar a cabo, ya no solo ella sino con otros, ellos se
incluyen.
Extraído de http://sinartenohayvida.blogspot.com.ar/2011/02/retrato-de-una-escultura-oleo-sobre.html |
Ella se va aflojando la dureza va cediendo y se anima a
decir uy!, me pongo mal, veníamos en “un
clima” y al decir lo mío, los hice poner mal…se angustia y llora.
Ella se deja abrazar.
Así puede
funcionar el autocuidado.
A partir del propio registro, del propio deseo de vivir
mejor en el trabajo pueden hacerse fosforescente redes protectoras que
acompañen y ayuden en los momentos más hostiles.
En estos espacios nos volvemos disponibles para lo saludable
a pesar de las situaciones adversas. Cuesta mucho trabajo, pero es posible y
vale la vida…
Gracias, siempre.
Carolina Ramos Luna
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