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jueves, 30 de mayo de 2013

Autocuidado y Precarización

Encuentro de cierre de un  Taller de Estrategias de Autocuidado para empleados de una institución de salud. Recorremos lo andado. 

Ponemos en movimiento la memoria (recapitulación del proceso-movimiento): de qué hablamos? Qué ejercicio de relajación hicimos? Hubo visualización?.

Aparece la resistencia a escribir sobre lo recorrido, a dejar en papel  lo que registro de mi mismo. Autoconocimiento de las propias incomodidades, reconocerlas, trascenderlas, como dicen: salir de la zona de confort…salgo? 

Después de las primeras quejas “no me acuerdo de nada”, “uh! Qué hicimos?”...”yo al otro encuentro no vine” “hay que escribir”?… aparece el recuerdo hilvanado en la experiencia compartida.

Alguien se quedó pensando en lo que dijo su compañera de trabajo; otro dice que se fue con una sensación incómoda a partir de las interrupciones que tuvimos (personal de maestranza entró al aula sin pedir permiso para arreglar la iluminación ¿?; después  casi terminando el taller anterior nos golpearon la puerta que debíamos dejar el aula… las intensidades institucionales de cada día).

Alguien recuerda que se fue pensando en la burbuja violeta de protección, otra dice que puso en acción una de las herramientas que trabajamos:  no responder impulsivamente a las demandas de los otros.

Otro se acuerda que hablamos de las excusas que nos ponemos para no cambiar.
Alguien dice que pudo poner en práctica una acción de autocuidado, otra no le salió pero que en esta última situación pudo registrar las consecuencias de lo sucedido, cosa que otras veces no lo había hecho.

Se va armando la trama. Vamos caldeando, pre calentando, elongando.

El grupo va transcurriendo por diversos temas que se proponen y las resonancias; hasta que alguien trae “la real realidad”: alguien dice que  está trabajando en situación de precarización laboral y este mes no cobrará.

Silencio. Un silencio resonador de querer hacer sin saber bien qué.
Que este mes no cobrará, que le darán un adelanto. Que  con eso, tiene que vivir ella y su familia…que hay otros en su situación y se han reunido para hacer más visible la situación. Habla desde una fortaleza extraña...dice que antes se enfermaba pero que ahora está haciendo y buscando formas para sentirse mejor que por eso se anotó en el taller, pero que venía desde antes con esa idea.

Del silencio grupal, van surgiendo balbuceos, emoción, pensarse en el lugar del otro…
La fortaleza disociada va dando paso a un pedido de ayuda subliminal. Otros le sugieren alternativas hasta que empiezan a involucrarse en acciones posibles de llevar a cabo, ya no solo ella sino con otros, ellos se incluyen.
Extraído de http://sinartenohayvida.blogspot.com.ar/2011/02/retrato-de-una-escultura-oleo-sobre.html

















Ella se va aflojando la dureza va cediendo y se anima a decir uy!, me pongo mal, veníamos en “un clima” y al decir lo mío, los hice poner mal…se angustia y llora.

Ella se deja abrazar.

Así puede funcionar el autocuidado.

A partir del propio registro, del propio deseo de vivir mejor en el trabajo pueden hacerse fosforescente redes protectoras que acompañen y ayuden en los momentos más hostiles.

En estos espacios nos volvemos disponibles para lo saludable a pesar de las situaciones adversas. Cuesta mucho trabajo, pero es posible y vale la vida…



Gracias, siempre.

Carolina Ramos Luna

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